miércoles, 18 de noviembre de 2009

Anton Makarenko

ANTON MAKARENKO
Nació el 1 de marzo de 1888, en la ciudad de Bielopolie, de la provincia de Járkov, en aquellos años capital de Ucrania. Su padre, Semión Grigórievich, era pintor. Fue el segundo hijo de la familia y resultó ser un niño muy débil y enfermizo, aunque se fue desarrollando normalmente. A los cinco años ya había aprendido leer y era un ávido lector. Desde pequeño mostró una capacidad de observación poco común, y a eso se unía el deseo de llegar hasta las causas originarias de cada fenómeno.
TEORIA
Enemigo jurado de la “pedagogía blanda” de la que era encarnizado enemigo también Dewey, maduraba ideas muy diversas. El principio fundamental de Makarenko es que para educar hay que exigir mucho, no tanto de nosotros mismos cuanto de los educandos, lo que supone la aplicación de una sólida disciplina y una actividad intensa no carente de esfuerzo.
En consecuencia, se pensó que era más acto para dirigir una colonia de reeducación de adolescentes extraviados y pequeños vagabundos que para realizar experimentos con muchachos normales y se le puso al frente de la que más tarde llamó “colonia de trabajo Gorki” cerca de Poltava. De ella nos habla en su “Poema Pedagógico” 1935, narración extraordinariamente eficaz de sus experiencias vivas, entremezclada aquí y allá con meditaciones pedagógicas.
Para Makarenko, los adolescentes “malos” o extraviados si se exceptúan unos cuantos casos patológicos, lo son por falta de un buen condicionamiento social. Es necesario condicionarlos oportunamente, lo que no se obtiene con leche y miel y recetitas psicológicas, sino introduciéndolos en una experiencia social verdadera e importante, manteniéndoles en ella lo quieran o no, hasta que aprendan a apreciar los valores de la socialidad y se produzca su regeneración interior. Makarenko cuenta de un caso en que se vio obligado a pegar duramente a un muchacho insolente solo porque, de no haberlo hecho, prácticamente se hubiera disgregado el “colectivo”. El “colectivo”, es decir, la comunidad constituida por los huéspedes de la colonia Gorki, debía su existencia material a la cohesión y al trabajo productivo de sus componentes: en los años terribles de la guerra civil y las crisis económicas había que subvenir por sí mismos a las necesidades materiales de la colonia. Este carácter de “autenticidad” de la vida social de la colonia constituía para ésta un precioso factor educativo: trabajo, disciplina, sentimiento del deber y espíritu de emulación (personal y de equipo) adquirían significado por el valor que tenían para la existencia misma del “colectivo” cuyo carácter de célula de la gran sociedad comunista se gravaba en la mente de los miembros de la colonia en forma concreta y no mediante discursos retóricos.
Por otra parte, Makarenko no pretende negar el derecho del niño a la felicidad, pero cree que cualquier niño y que cualquier muchacho, extraviado o normal, no puede ser feliz sino en un ambiente social donde puedan afirmar en igualdad de condiciones su iniciativa y su espíritu de solidaridad.
El pensamiento pedagógico de Makarenko no solo tuvo en Rusia el reconocimiento que merecía, sino que se convirtió casi en el credo oficial de la escuela soviética, pero solo en los últimos años de la vida del autor y después de su muerte. Cumplida la obra gigantesca de proporcionar una educación de base casi universal a un pueblo que en el momento de la revolución tenía 80% de analfabetos, la unión soviética se enfrentó con el problema de organizar una sólida estructura educativa totalmente estatal, habiéndose revelado falaz o por lo menos inoportuno el mito de la “extinción” del Estado.
La enseñanza revistió un carácter “politécnico”, es decir, con el propósito no de conferir no directamente títulos profesionales sino de familiarizar a los alumnos con las bases científicas y con los aspectos técnicos-prácticos de las principales actividades productivas, tanto agrícolas como industriales. Estos magnos esfuerzos no tenían otro fin que hacer de la URSS un país industrial moderno.
La idea pedagógica de Makarenko, con su insistencia en el “exigir mucho” ,en la disciplina, en el servicio al “colectivo”, estuvieran destinadas a predominar no solo en la escuela sino también en la organización juvenil del partido comunista (KOMSOMOL) y en otras asociaciones de juventudes (Pioneros) .
Sin embargo, no se logró mantener la estrecha fusión que existía en Makarenko entre trabajo manual y trabajo intelectual, que es otro de los postulados marxistas originales. La escuela decenal única tendía a convertirse en escuela intelectual, más preocupada de formar jóvenes destinados a los estudios superiores que de formar a los que, terminado el decenio, pasan directamente a integrarse en el mundo productivo. Esta situación favorece la división de la sociedad en nuevas capas, pues los vástagos de padres más cultos y acomodados encuentran un ambiente escolar que continua el ambiente familiar, lo cual los coloca en una situación de ventaja respecto de los hijos de los obreros y campesinos. Para superar estos inconvenientes se intentó en la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas una nueva reforma por la cual se redujera la escuela única a 8 años, cumplidos los cuales todos los jóvenes pasarían al trabajo productivo, seguirían estudiando a medio tiempo y más tarde reanudarían, en forma progresiva, los estudios a tiempo completo, pero solo en el caso que se demuestre aptitudes relevantes para la cultura superior.

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